¿Cuál debería ser la forma correcta en la que los niños tendrían que estudiar para aprender?
¿De manera ideal? Olvidándose de las notas y disfrutando del aprendizaje. El problema es que eso no siempre es posible, puesto que el propio sistema educativo les lleva a obsesionarse por aprobar en lugar de por aprender.
También sería útil que los maestros y profesores consiguiesen hacer que los niños encuentren un sentido a lo que estudian (que no digo que no lo tenga, pero debe explicarse y debe explicarse bien), y que tampoco descargasen el peso de la evaluación en memorizar contenidos, que es precisamente lo que los niños entienden por estudiar. Para ellos estudiar no es aprender, sino memorizar, cuando no debería ser así. No digo que ejercitar la memoria no sea importante, pero darle tanto peso sencillamente no tiene sentido, igual que tampoco lo tiene dar tanto énfasis a los resultados obtenidos en lugar de dárselo a los procesos.
No culpo al profesorado de esta situación. El propio sistema escolar empuja a ello, en esa urgencia por terminar el temario a tiempo, especialmente en Secundaria. Al margen de esto, la forma correcta de estudiar pasa por dedicar tiempo. Estudiar el día de antes no sirve más que para tratar de superar una prueba (un examen). Lo almacenado en esos casos al poco tiempo se olvida. La materia hay que trabajarla. El mismo alumno debe intentar encontrar sentido a aquello que se le pide aprender. Si le encuentra sentido, si le resulta significativo, sentirá motivación por sacarlo adelante. Todo ello implica esfuerzo, pero insisto: no todo depende del niño. El sistema debería facilitar también ese proceso.
Los deberes inculcan hábitos de trabajo pero la mejor manera de estudiar es olvidarse de las notas y disfrutar
¿Qué técnicas de estudio o metodologías se pueden poner en marcha para conseguirlo?
Hay muchas, pero por supuesto depende de la edad del niño. Una buena estrategia es anticiparse a las lecciones, leyéndolas y tratando de comprenderlas antes de que se traten en el aula. De algún modo uno puede aprovechar que existen libros de texto y que éstos suelen usarse de manera lineal, lo que hace fácilmente predecible cuál es el próximo paso que el profesor o el maestro quiere dar. Si ya ha leído sobre un tema, le resultará más fácil seguirlo cuando sea explicado en el aula. Es cierto que eso exige organización. De hecho, tal como está montado el sistema educativo, es precisamente esa capacidad para organizarse y distribuirse los tiempos la que marca la diferencia entre unos alumnos y otros (entre otras cosas, claro).
Ser organizado implica saber hacerse resúmenes o esquemas que puedan ayudar a entender lo que se tiene que estudiar, saber subrayar las ideas principales, saber distinguir aquello que es importante de lo que no lo es, saber gestionar los tiempos y no pasar al siguiente paso antes de haber comprendido todo lo anterior, repasar de vez en cuando lo aprendido para no olvidarlo… Técnicas hay muchas, pero sin organización, todo se queda en nada.
¿Cómo están cambiando las nuevas tecnologías esta parte del aprendizaje en casa?
Ya lo han dicho otros muchos antes que yo, como el profesor Fernández Enguita. La escuela ha dejado de ser la única ventana al mundo. Esas nuevas tecnologías nos llevan a las implicaciones de tener Internet en casa, y si algo le sobra a Internet es información sobre cualquier tema. Es algo que, por cierto, debe verse como una oportunidad y no como un enemigo o un elemento de distracción.
Aquí lo importante es guiar al niño a saber filtrar, a saber distinguir aquella información que realmente es fiable y vale la pena de aquella que no lo es. Desarrollar esa capacidad les empodera, les hace fuertes, les hace inteligentes y evita que les engañen.
Toda la información fiable a la que puedan tener acceso se transformará en conocimiento en la medida en que la integren, le encuentren sentido y la hagan servir. Todo ello debería ir en beneficio de su paso por la escuela, y de hecho las escuelas deberían potenciar estas herramientas, especialmente en un mundo tan cambiante como este, en el que los conocimientos pronto se quedan obsoletos.
Lo que hay que hacer es dar armas a las futuras generaciones, fomentar su curiosidad, hacerles ver que no lo saben todo, que se hagan preguntas y sepan cómo hacer para responderlas, aunque esas respuestas nunca lleguen a ser definitivas ni absolutas, y las nuevas tecnologías, bien gestionadas, juegan un papel crucial en este proceso.
¿Qué cantidad de deberes es la más adecuada para cada etapa educativa?
Cualquier cosa que dijera al respecto atraería críticas de un lado o de otro. Es un tema polémico y sin consenso. Creo que aquí no debería ser una cuestión de cantidad, sino de calidad. Al mismo tiempo, a veces menos es más, cuando eso que se pide es realmente efectivo y en este caso ayuda a asimilar conceptos y procedimientos. También me preocupa el feedback que el profesor pueda dar a cada alumno y hasta qué punto se cerciora de que todos siguen las explicaciones posteriores a un ejercicio antes de pasar al siguiente paso.
Los deberes no son algo malo, siempre y cuando no ocupen tiempo que debería dedicarse al descanso, a estar con los suyos, a socializarse… Debería haber tiempo para todo a lo largo del día.
Los deberes ayudan en cierto modo a :
- inculcar ciertos hábitos de trabajo
- desarrollar cierta autonomía, en la medida en que se hagan sin ayuda
- afianzar y retener lo aprendido en el aula…
Pero también es cierto que en casa no todos los niños pueden recibir el mismo apoyo o la misma ayuda de sus padres, igual que no todos los niños tienen la posibilidad de ir a clases de repaso, por ejemplo, todo lo cual contribuye a generar desigualdad. Además, ¿qué garantías tiene el docente de que las tareas hechas en casa han sido realmente llevadas a cabo por el niño y no por sus padres, por ejemplo?
La cantidad de deberes más adecuada en cada etapa educativa debería ser aquella que permita no dejar de lado el desarrollo de aspectos que tienen que ver con la inteligencia emocional y relacional del niño
Son aspectos que se dan por supuestos, como si se desarrollasen por sí solos de una manera natural. El problema es que nada se desarrolla si no se practica, y para practicar se necesita tiempo. Una sobrecarga de deberes juega en contra del desarrollo de aspectos tan básicos como estos.
¿Cuál debe ser el papel de los padres a la hora del estudio?
Los padres deben ser un apoyo, especialmente en los primeros años. No hay que olvidar que, para los niños, ellos (los padres) representan el mundo adulto. También lo representan los maestros y profesores, por supuesto, pero lo habitual es que los padres sean los referentes de sus hijos (hablo de los años previos a entrar en Secundaria, puesto que después la cosa suele cambiar y pasan a serlo su grupo de iguales). Es por eso que ayuda mucho en el proceso si en casa hay por ejemplo hábitos de lectura. Si la lectura es una opción de ocio valorada en casa, es más probable que para el niño también lo sea, con lo beneficioso que ello puede resultar en su paso por la escuela.
Tenemos un sistema educativo que, en muchos casos, lamentablemente, mata la creatividad, tal como decía Ken Robinson. Es tarea de maestros y maestras evitar que eso suceda, pero también lo es de las familias. No lo olvidemos. Si alimentamos esa curiosidad, esa avidez por aprender y ese gusto por el estudio, las notas vendrán por sí solas.
También es importante que las familias sepan que existen herramientas que les pueden servir para detectar posibles dificultades del aprendizaje o del desarrollo en sus hijos e hijas y conocer sus necesidades con el fin de desarrollar su potencial, herramientas que les permiten también estar en coordinación con el colegio, con su orientador educativo y los docentes. El equipo al que pertenezco (Grupo VS) y yo mismo hemos dedicado los últimos años en resolver esta carencia de herramientas de este tipo (dide) que tienen los centros educativos para detectar las necesidades de sus alumnos.
Las familias cumplen un gran papel, puesto que contribuyen a detectar a tiempo y cuanto antes posibles obstáculos que puedan llevar al niño a situaciones de fracaso escolar: una dislexia, una discalculia, una adicción a nuevas tecnologías –lo cual está alejado, por supuesto, de lo dicho anteriormente en relación con los beneficios de las nuevas tecnologías–, una situación de bullying, malos hábitos alimenticios… y muchísimos otros de muy diversa índole. Igual que ocurre con el profesorado, las familias juegan un papel crucial en todo esto.
Los padres deben ayudar a sus hijos a aprender a organizarse, a que entiendan y comprendan aquello que se les pide aprender en la escuela, pero, sobre todo, deben contribuir a que el niño sienta curiosidad por las cosas.
Entrevista para el periódico «El Correo» (Grupo Vocento)